“Con Montesa llegará”
¿Hasta Tokio? Este año 2013 coincide con el 30 aniversario de la adquisición de
Montesa por parte de Honda, por tanto es un buen momento para chequear el
slogan y llevar unas Impalas al país del sol naciente.
Los preparativos
Teníamos el motivo,
la ilusión y ganas de hacerlo y empezamos a preparar el viaje. La primera ruta
que estudiamos es la que pasa por Uzbequistán, China y Tibet, pero circular por
China con vehículo propio es algo muy complejo y caro por lo que empezamos a
buscar una alternativa y si lo que pretendíamos era llegar lo más cerca posible
de Japón por carretera, entonces la ruta pasa por Rusia y Siberia, con la
opción de desviarse hacia Mongolia o todo Siberia. Pasar por Mongolia es muy
atractivo, pero son 2.000 km
por pistas y resulta muy duro para una Impala cargada con 50
kg de impedimenta. Mantuvimos esta
opción hasta el último momento, pero las informaciones que nos llegaban eran de
pistas en muy mal estado, por lo que decidimos abordar el plan B, que era la
ruta Siberiana con ya suficientes atractivos.
Empezamos a trazar la
posible ruta a seguir pasando por Francia, Italia, Slovenia, Hungría, Ukraina,
Rusia y Siberia hasta Vladivostok. El promedio debía ser de unos 450
km cada día, luego en Vladivostok
tomar un Ferry a Japón y en total nos daba unos 20.000
km, que se podían hacer en 50 días,
pero contando con que siempre salen más pues pensamos en unos 22.000
km, que finalmente se convirtió en el
slogan del viaje ¿En que época hacer el viaje? Siberia condiciona, porque hasta
mayo no puede ser y a partir de septiembre tampoco, entonces julio y agosto fue
la opción que elegimos ya que también nos permitía compaginar el laburo.
Se mostró acertada la
idea de hacer 450 km
cada día de promedio, pero no era algo que se tenía que cumplir si o si y no
teníamos un sitio fijo a donde llegar, sino que nos levantábamos temprano,
sobre las 5 o las 6 de la mañana y luego nos parábamos en sitios interesantes,
o nos desviábamos por pistas y finalizábamos la jornada cuando eran sobre las 6
de la tarde, pero cambiábamos la rutina si era necesario. Algunos días hacíamos
200 km
y otros 600 km.
El siguiente paso fue
comprar dos Impala2 y restaurarlas completamente nosotros mismos para aprender
el máximo sobre la mecánica de la moto. Para este proceso necesitábamos un
taller y alguien que supiera mucho de Impalas para ayudarnos, pensamos en Marc
Gálvez y su taller Marc Motos Team de Sabadell, se lo propusimos y aceptó
enseguida.
Desmontamos las
Impalas hasta el último tornillo, llevamos las piezas a cromar, pintar, zincar,
substituimos aquellas que estaban en mal estado y las que eran importantes,
como los cojinetes, pistón y biela, repasamos embrague y cambio, la horquilla
delantera la preparó Antoni Casell y fuimos a Betor para que nos hiciera unos
amortiguadores de gas que aguantaran el sobrepeso, los baches y las pistas,
contactamos con RmLighting para incorporar el encendido electrónico de avance
variable, una batería de litio para recargar equipos electrónicos e
intermitentes. Por último pusimos un manillar alto, rutómetro, cuenta
kilómetros electrónico de bicicleta, portaequipajes, soportes para levantar 5 cm
el guardabarros delantero (para que no se clavase la rueda con el barro) y unos
soportes para bidones de 5 litros
que ubicamos en las estriberas traseras, que llenamos de aceite para motores de
dos tiempos y que cuando se vaciaron usamos en las últimas etapas de Siberia en
las que habían problemas de repostaje.
En este proceso
invertimos muchas horas que sacamos del poco tiempo libre que dejan las
obligaciones profesionales y personales, pero contamos con la ayuda de profesionales
del mundo de la moto, de amigos y de Marc que estaba siempre para lo que necesitásemos.
Buscar sponsors que
financiaran el proyecto fue la tarea más difícil porque, como todos sabemos,
las compañías han cerrado el grifo en esta época difícil que estamos pasando y
por esta razón contactamos con Dorna, para proponerles montar un pequeño show
que nos ayudara a captar la atención. Dorna aceptó enseguida la propuesta de
una rueda de prensa en el Circuit de Catalunya y una vuelta de Dani Pedrosa y
Marc Márquez a Motegi, si conseguíamos llegar. Salvador Serviá, director del
Circuit de Catalunya, nos dijo ¿Qué necesitáis? Si esta en nuestras manos,
adelante. Y pudimos entrar en HRC gracias a nuestro amigo Raúl Jara que nos
puso en contacto con Rhys Edwards, responsable de marketing y comunicación de
HRC, que aceptó la propuesta y no digamos Dani y Marc, que se mostraron
encantados. Honda-Montesa a través de Eduard Bigas, director general, y Albert Cavero, responsable de marketing y comunicación, se encargaron de las relaciones con Honda Motor Co., Ltd en Japón.
Para el equipaje
utilizamos unas alforjas donde llevamos las herramientas, el recambio, el
hornillo y otros elementos de camping, grasa para cadenas, cuerda, cinta
americana, mapas, etc. Además un petate impermeable con los objetos personales,
tienda, saco, botiquín, etc.
Día D hora H
A todo esto llegó el
día de salir y, por falta de tiempo ¡No habíamos probado las motos! Que las
llamamos Bellaterra la de Edu y Sant Feliu la de Carlos, en honor a nuestros
pueblos. Pero no íbamos a retrasar la salida, por lo que el 1 de julio a las 8
de la mañana salimos del Circuit de Catalunya arropados por colegas del Moto
Club Impala, algunos familiares y amigos, dos de los cuales nos siguieron hasta
Girona. La sensación en ese de momento es de excitación, emoción y te apetece
gritar en el interior del casco para liberar toda la tensión de los últimos 20
días.
Y ya llegando a
Girona va y se gripa la Sant
Feliu! No puede ser!! grita Carlos. Aparcamos las motos en un
pequeño espacio al lado de la carretera y empezamos a desmontar. Efectivamente
cilindro rallado y aros enganchados. Nos miramos los cuatro y no había rastro
de desilusión, sino ganas de arreglarlo y seguir. Aquí no ha pasado nada.
Por
fortuna pasa por allí Paco Artigas, director del Museo Claret de clásicas de Sils, con
una furgoneta, cargamos y directos a Honda Girona donde Pere Auradell se pone
inmediatamente manos a la obra. Taller a nuestra disposición, desmontamos y
Pere nos acompaña al taller de Juli Pujol, que le da una bruñida al cilindro,
pistón nuevo y nos vamos al taller para montarlos. Una vez lista la moto el
equipo de mecánicos nos ayuda a carburarlas, ya que esta ha sido la causa del
problema por las prisas de última hora.
Nos hemos quedado sin
un pistón de recambio y enseguida se ofrece Joaquim Casadella, propietario de
la carnicería Condis de Sta. Coloma de Farners y que nos ha acompañado hasta
aquí. Joaquim se va de vuelta con la
Impala a Granollers para comprar un pistón, luego nos busca
hotel en Girona y paga la cuenta. Este es un estímulo increíble que nos hace
pensar en que no estamos solos en esta aventura, que hemos de continuar pase lo
que pase y que llegaremos a Japón.
Los primeros kilómetros con muchos problemas
Francia e Italia se
convierten en un calvario. No conseguimos carburar la Bellaterra, que saca la
bujía blanca y la St. Feliu
va muy justa, vamos con miedo, no pasamos de 60, 70
km/h, paramos cada 20
km, volvemos a probar carburación,
nada, llamamos a los que saben de Barcelona y hay opiniones para todos los
gustos, pero parece la más probable que tenga una entrada de aire ¿Pero donde?
No da muestras de ser esto. A partir de aquí y durante miles de km hacemos todo
tipo de pruebas: planeamos la tobera del carburador, cambiamos juntas y ponemos
pasta, desmontamos y revisamos todo el carburador y filtros de gasolina,
cambiamos carburadores de moto, revisamos el encendido, buscamos talleres para
hacer todo tipo de pruebas y decidimos agrandar chicles hasta 170 para que por
lo menos tengan aceite. Probamos bujías hasta el grado más frío, ponemos más
aceite del necesario, cambiamos aros ya que alguno se ha enganchado,
desmontamos cilindro que da muestras de trabajar muy caliente, pero no sabemos
de donde viene el problema. Desmontamos la tapa del retén del cigüeñal y la
rebajamos 1 mm, ya que daba señales de una entrada de aire
cuando dilataba al calentarse, pero no acababa de solucionarse y seguimos
haciendo km, con la pesadilla de saber que el motor estaba trabajando demasiado
caliente y así no llegamos. Ya en Ukraina se nos enciende la bombilla ¿Y si es
la culata que va demasiado comprimida? Intercambiamos culatas en las motos y
efectivamente !Es la culata! Ponemos una junta más en la base del cilindro y
mejora pero no del todo por lo que decidimos hacer una junta para la culata con
una lata de cerveza ¡Eureka! La bujía sale con su color café con leche. Y ya
por seguridad hacemos otra para la
St. Feliu ¡Las motos cerveceras! ¡Y han llegado así hasta
Japón!
Pero en Italia fue el
descalabro emocional. Íbamos con el problema de la carburación y encima en la
autopista a la altura de Milano ¡Se rompe el cojinete de la rueda trasera de la Bellaterra! Por suerte
estábamos a unos 800 m
de las cabinas de peaje y pudimos empujar la moto hasta allí, para resguardarnos
del peligro que supone estar parados en medio de un monumental atasco
prácticamente sin arcén. Con el calor que hacía llegamos totalmente agotados,
pero pudimos telefonear a Classic Cover que nos envió una furgo y nos llevó a
un taller de un pueblo cercano donde el amable propietario, en un viernes por
la tarde, nos hizo un separador más largo, que era el origen del problema.
Una de las mejores
recompensas que nos llevamos en este viaje es la cantidad de gente que nos ha
ayudado en todos los países. Al vernos en apuros con una moto antigua enseguida
se ofrecen a ayudarnos y uno llama a otro que tiene un amigo que viene o que te
deja el taller, o que te consigue lo que necesitas, ya sea un hotel, algo de
comer o cualquier otra cosa. Y cuando llegas a cualquier lugar te preguntan, se
interesan, en ocasiones te invitan… Cuando llegábamos a un pueblo pasábamos a
ser la atracción del día y teníamos amigos puntuales con los que conversar,
reír, tomar un trago y hasta compartir mesa, una pasada.
Slovenia
Entrar en Slovenia
después de haber circulado por Italia es encontrar la paz, el sosiego, el
placer de conducir de nuevo por carreteras sin congestionar rodeados de un
verde paisaje y tal vez de tanto sosiego se nos olvidó comprar la vigneta para
circular por las autopistas, o tal vez porque sólo pensamos ir unos pocos km,
pero lo cierto es que antes de salir nos pillaron. La poli nos pide los papeles
y todo el trámite que de sobras conocemos y nosotros pues les explicamos la
verdad, afortunadamente uno de ellos hablaba ingles y llegó a aceptar que
queríamos salir de la autopista y comprar la vigneta, además nos empezó a
preguntar por las motos, por España, por el viaje y nos dejó marchar. Al poco
salimos de la autopista para no volver, porque las carreteras Slovenas son en
general muy buenas para ir con una Impala y disfrutamos plegando un poco. Una
de las cosas que tiene el llevar mucho peso en la parte trasera es que la
delantera se aligera y las motos trabajan en constante shimmy, no podíamos soltarnos
de manos porque la rueda empezaba a menearse y te podías ir al suelo, entonces
pruebas de apretar la dirección pero es peor, endurecer la precarga del
amortiguador tampoco funciona y la única solución es cargar peso adelantando tu
cuerpo, aunque tiene el inconveniente que cansa más, pero en Slovenia valía la
pena. Aquí nos olvidamos un poco de los problemas técnicos y tiramos con ganas,
además no hacía calor con el cielo cubierto pero sin lluvia. Aquí estiramos un
poco más los motores, pero la velocidad normal durante la mayor parte del viaje
fue de 70/75 km/hora.
Hungría
Pasar uno de los
puentes que cruzan el Danubio en Budapest es algo que no se hace todos los
días, pasarlo entre las vías del tranvía adelantando una caravana de coches
tampoco, salirte de las vías derrapando porque un coche te obliga a una brusca
maniobra tampoco y que al parar en el semáforo un chaval con un ciclomotor que
nos seguía nos diga ¡Que guay tíos! O algo parecido porque lo decía en húngaro,
pues es la guinda.
Pero no acabó aquí la
diversión en Budapest, porque vimos un taller que parecía bueno y nos paramos a
ver si aclarábamos algo de la bujía blanca y la sorpresa fue que era el taller
particular del recordman mundial de aceleración en moto. Nos pasamos unas horas
allí de lo más entretenido, primero le explicamos el viaje y el tío nos llama
crazy guys, pero es que cuando nos enseña el monstruo que tiene en el taller
entendemos que el loco salvaje es Zabb, que así se llama. Un motor Suzuki
Hayabusa sobrealimentado que da más de 300 CV montado en un chasis dragster
especial con rueda trasera de formula, que acelera de 0 a 100 km/h en 1 segundo!!
Brutal. Y como le
hace gracia el tema del viaje y allí es un tío muy conocido, pues llama al
redactor de Moto Reveu Hungría, que nos hace una entrevista y unas cuantas
fotos y se convierte en un seguidor de nuestras andanzas. Nosotros también
vamos a seguirle por Internet.
Ukraina
A los pocos km de
entrar en Ukraina nos para la poli. Nos hemos saltado un stop (que no hemos
visto ya que esta puesto allí para cazar guiris). Nos llevan a su cuartelillo
donde tienen un video que demuestra efectivamente la infracción. El típico
rollo que si les pagas a ellos te rebajan la multa y nos piden 100€. Nos
discutimos un poco, pero sin demasiada convicción y al final pagamos 50 euracos
a los…
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A partir de aquí vamos con mucho cuidado en no cometer infracciones,
pero tres días después el mismo rollo, sólo que esta vez no hay infracción y
los tipos dicen que no hemos respetado el paso cebra, cuando no había nadie!
Ahí ya no pasa, se quedan los pasaportes y nos piden pasta, pero les empezamos
a meter una bronca de narices, que todo aquello era falso, pero a gritos y nos
largamos a la calle. Los tíos se quedaron un poco alucinados y como no nos entendíamos
y nosotros seguíamos sentados en la acera pues al final nos dicen, bueno 10€,
nosotros 5€ y vas que chutas, aceptan y a correr.
Ukraina es un país
donde se cultivan toneladas de cereales, la mitad del país son cereales y salen
por carretera hacia Europa, parece un país potencialmente rico, pero las
carreteras son infernales, el mantenimiento no existe y están repletas de
tremendos agujeros que hay que ir sorteando en continuos zigzag, pero siempre
acabas cayendo en alguno. Un martirio para los amortiguadores y para los
conductores. Los Ukranianos te preguntan que opinas de su país y del estado de
las carreteras, se sienten avergonzados y opinan que los gobernantes les están
engañando, bueno ¡Qué les vamos a decir!
En Ukraina parecía
que se hubiesen acabado nuestros males mecánicos, pero no, faltaba romperse el
cojinete de la corona de la
St. Feliu y como no llevábamos recambio tuvimos que echar
mano de la influencia Impala y si que funcionó, nos acompañaron a una tienda de
recambios donde conseguimos el que necesitábamos, pero sólo tenían ese y
queríamos llevar todos los que previsiblemente se podían romper. No los
conseguimos hasta Omsk, pero increíblemente los pagamos y nos los dejamos en la
tienda! Nos dimos cuenta en Irkust y de nuevo un tío super amable nos llevó a
la tienda de una amiga donde compramos un montón de cojinetes ¡Que ahora
tenemos para vender! Porque ya no necesitamos ni uno más.
Rusia
No es tan fiero el
león como lo pintan, esto es lo que ves a los pocos días de estar en Rusia, que
la gente es muy amable y se interesa por los extranjeros, les encanta saber lo
que opinas de su país, lo que haces allí, porqué venir desde España, que es un
país que tiene muy buena prensa en Rusia y si necesitas ayuda.
Los primeros 2.000 km por Rusia, desde
la frontera en Ukraina hasta Samara, son muy pesados, con un monótono paisaje,
ciudades industriales bastante feas, carreteras repletas de tráfico,
fundamentalmente camiones, kilómetros de obras y calor. Nos levantamos muy
temprano, a las 5 de la mañana y procuramos hacer muchos km, más de 500 y
alguna vez más de 600 km
y de tanto en tanto una salidita por alguna pista para descansar del monótono
asfalto y el intenso tráfico.
A la ciudad de Penza
llegamos muy tarde, después de muchos km, cansados y por eso nos dirigimos a un
taxista y le pedimos nos llevara a un hotel barato, nosotros le seguíamos con
las motos, a lo que aceptó encantado. Como no había manera de encontrar sitio
se le ocurrió llevarnos a un Centro Deportivo donde se alojan deportistas de
élite de su país y ya nos ves durmiendo en la residencia para gimnastas, eso
si, después de un intenso intercambio de palabras con su amiga la
recepcionista. Genial y barato.
Y por fin Samara, una
ciudad a la rivera del Volga donde paran la gran mayoría de camiones para
cargar o descargar mercancía en este importante puerto fluvial. A partir de
aquí el tráfico mejora considerablemente, la gente se vuelve más amable, pero
algunos conductores siguen pasándote a más de 150 km/hora a un metro de distancia,
es russian style, hay que aceptarlo y mirar constantemente por el retrovisor,
lo cual te impide estar totalmente atento a los baches, en ocasiones agujeros
enormes que los hay a millones y siempre pillas alguno. Todavía no entendemos
como no hemos destrozado algún neumático, amortiguador o llanta.
Las obras en las carreteras rusas
Es imposible hacer
más de 100 km
sin encontrar una zona en obras, obras inmensas en algunas ocasiones, porque
están substituyendo carreteras antiguas por otro trazado completamente nuevo,
en este caso se hace una pista en un lateral que puede ser de varios km y todo
el tráfico pasa por allí y como la mayoría son camiones pues la pista es teja
ondulada con profundos baches en un piso durísimo y con mucho polvo. Hemos
limpiado los filtros en innumerables ocasiones y hemos tragado toneladas de
polvo, pero resultaba entretenido adelantar a todo el mundo en las pistas para
que luego te volvieran a adelantar en el asfalto, algunos te saludaban y todo.
En más de una ocasión hicimos una de estas pistas convertida en un barrizal
bajo un tremendo aguacero en la que no se veía la profundidad de los baches por
estar cubiertos de agua y claro pillabas el gordo seguro. En otra ocasión la
pista estaba acabada de trabajar con las excavadoras y al ser de tierra blanda
el chaparrón la convirtió en un barrizal y ya nos ves adelantando a camiones
con la Impala
derrapando de lado a lado, un peligro, pero dejar que te adelantaran los
camiones casi peor. También nos encontramos con una pista que empezaban los
trabajos de asfaltado y acababan de poner gravilla de esa de grano gordo,
llovía a cántaros, no se veía nada por la oscuridad del atardecer y la
tormenta, las Impalas resbalaban, los camiones iban a saco y ahí nos dimos
cuenta que, en estas condiciones era muy peligroso
circular pues no se nos veía a más de 10 m y a partir de entonces decidimos ir con
chaleco reflectante a las primeras gotas de lluvia. Un día, ya en Vladivostok,
nos indicaron mal el camino en un cruce e hicimos más de 50 km en dirección contraria
por una pista muy ancha y con curvas rápidas (suponemos la asfaltarán en el
futuro), disfrutamos de lo lindo a 80 y 90 km/hora con la Impala flotando sobre la
tierra sin baches y no nos supo nada mal dar la vuelta para reencontrar el
camino bueno.
Siberia
Inmensa, despoblada
en su mayor parte, un clima durísimo incluso en verano, llana con algunas
colinas que ondulan el terreno, pantanos, lagos y ríos en su mayor parte, pero
también con una zona de alta montaña como es la cordillera de Altai en parte
fronteriza con Mongolia, la zona montañosa de la frontera con China, la zona
montañosa de la costa del Pacífico y los montes Urales, una vegetación
exuberante en verano, inmensos bosques donde viven los osos pardo, el lago Baikal,
la mayor reserva de agua dulce cristalina del planeta por su extensión,
profundidad y nula contaminación, algunos núcleos urbanos con millones de
habitantes y pueblos que todavía conservan sus tradiciones. Gente ruda, dura,
pero amable, que a la primera puede parecer tosca, pero a la larga pueden ser
excelentes amigos.
Se necesitan muchos
días para cruzar Siberia, pero no se hacen pesados porque el paisaje merece la
pena, aunque las carreteras son infernales. Baches, enormes baches que sufres
constantemente, obras y muchos tramos sin asfalto. Cuando estábamos cansados de
tanto asfalto nos desviábamos por una de las muchas pistas que cruzan la
carretera principal y que llevan a pueblos situados a dos o a sesenta km.
Pueblos de casas de madera ennegrecida que algunos comienzan a pintar de vivos
colores y que habitan gentes muy poco acostumbradas a ver extranjeros. A veces
te reciben con una leve sonrisa y en otras con una dura mirada de
desaprobación, es difícil el contacto personal y nos limitábamos a pasear con
las motos y en alguna ocasión nos paramos a comer algo, sin que nadie se
acercara. En los pueblos más cercanos a grandes urbes la cosa cambia y la
mayoría son casas pintadas, muy bien acondicionadas y gentes amables, aunque
poco dadas a relacionarse.
¡Y como llueve!
Más de la mitad de
los días en Siberia han sido con lluvia, pero lluvia torrencial. Parece que
este ha sido un año muy lluvioso, aunque no mucho más de lo normal y hemos
cogido una práctica bestial en ponernos y sacarnos el traje de agua que nos
proporcionó Motocard. Lo más normal eran días soleados por la mañana y de
repente formarse una tormenta que descargaba con fuerza en lugares puntuales,
podías ver hasta dos y tres tormentas en diferentes puntos y casi siempre
acababas metiéndote en una. El peor día fue
entre Mogocha y Skovorodino a unos 2.000 km de Vladivostok,
en una zona despoblada, sin servicios, ni moteles, ni pueblos, ni cafés, en
donde se puso a llover torrencialmente durante horas y como no había donde
guarecerse tuvimos que pernoctar en tienda con todo hecho un barrizal.
Conseguimos plantar la tienda en un arenal rodeados de barro y millones de
mosquitos, la peor plaga de este lugar y por la mañana seguía lloviendo y
siguió lloviendo durante todo el día. Después de 300 km llegamos a un motel
(el único en más de 1.000
km) donde paramos completamente empapados.
Vladivostok
Inmensa alegría al
llegar a Vladivostok, el final de lo más duro, acabábamos de cruzar el
continente euro asiático de punta a punta y un golpe de suerte, ese día se
celebraba el “Edge of The World, Nadhodka Bike Week”.
Nadhodka es un pueblo
marinero a 200 km
de Vladivostok donde se celebraba una reunión de amigos con 300 motos de todo
tipo, pero predominando las custom y este año ¡dos Impalas! Todo un
acontecimiento cuando llegamos y fuimos recibidos por una belleza rusa, que dio
paso a que muchos de los participantes se acercaran a ver aquellas desconocidas
motos.
Víctor "Cash" Mironenko, el Boss nos ofrece un sitio en la mesa del
moto club, cubierta por una carpa para protegernos del sol, que en ese día
apretaba de lo lindo y la temperatura sobrepasaba los 30 grados.
A partir de ese momento, comida tradicional rusa, bebida, cerveza y vodka a
raudales, agradable charla y todo lo que necesitásemos. Luego un baño en las
tranquilas y cálidas aguas de esta parte del Pacífico, ya que la playa se
encuentra enclavada en una extensa y cerrada bahía, para acabar bailando en la
discoteca y durmiendo en la tienda plantada en la playa.
Y al día siguiente cuando nos marchamos para Vladivostok, los Iron Angels nos
ofrecen quedarnos una noche en la sede de su moto club, que evidentemente
aceptamos. Una noche más de motos y buena música.
Japón
Después se tres horas
de control aduanero en el Puerto de Sakaiminato para aceptar que circulemos con
las Impalas por Japón, nos ponemos en marcha. Es algo especial arrancar las
motos y comenzar a circular por la izquierda, intentando encontrar el camino
correcto entre un montón de señales que no entiendes nada y que te dan a
entender inequívocamente que estas en Japón, donde haremos unos 1.300 km.
Al principio mucho
cuidado y concentración para no irte a la derecha, pero enseguida te das cuenta
que es muy fácil, porque el resto de los conductores te lo ponen fácil. Es
cierto que los japoneses son muy educados y al volante es la primera impresión
que te dan.
De Japón no llevamos
mapa y tampoco gps, sólo sabemos que vamos a Osaka y Nagoya. Teníamos que
comprar un mapa, pero lo fuimos retrasando porque las señales indicadoras están
también en románico y se entiende perfectamente, ya que consta el número de la
carretera y la población importante más cercana. No problem y si preguntas
enseguida te contestan amablemente y dedicando el tiempo que haga falta. En
Nagoya finalmente compramos un mapa.
El paisaje es
precioso, montañas con tupidos bosques de flora muy diferente a la continental
y extraordinariamente bien cuidado, parece que lo mantenga un jardinero. Vamos
por una buena autopista, con túneles y puentes continuamente y suaves
desniveles a pesar de lo abrupto del terreno. Evidentemente es de pago y como
la velocidad máxima es de 80
km/h y la gente lo respeta bastante, pues con la Impala se va de narices.
Osaka, con sus trenes
elevados y su enorme extensión de edificios y fábricas la pasamos más que bien,
con muy pocos atascos y decidimos salir en Kyoto para conocer un poco la
ciudad, pero las ciudades y las carreteras están muy congestionadas.
Nagoya, la city del
impalero Nobuo Nakamura, “Nobi”. Salimos de la autopista y enseguida
encontramos un pequeño restaurante, Komedas Café y nos paramos a comer. Tenemos
que contactar con Nobi, pero nos hemos quedado sin conexión en el móvil y por
aquí esto del wifi no se estila, se paga por todo (eso si, cash, tarjetas de
crédito no accept), pero esta la amabilidad nipona y enseguida una camarera se
ofrece para ayudarnos, enviando un mail a Nobi que llama al restaurante y en 40
minutos aparece. Gran momento sin duda, estamos con el propietario de una
Impala en Japón y vamos a pasar con él los próximos dos días.
Nos vamos a la tienda
de Zandy, un tipo medio japonés, medio italiano, muy divertido, ingeniero de
profesión que se dedica a diseñar, importar y vender trikers y pequeños todo
terreno, casi de juguete, pero que te permiten hacer diabluras.
Dejamos las Impalas
en el escaparate de JAPTEC y nos vamos a cenar a un restaurante típico japonés
con el grupo de amigos.
Al día siguiente
jornada completa con Nobi de guía en su ciudad. Tres Impalas petardeando por Nagoya.
Templos, el castillo de los Samurai, el
bar de su amigo, mercados y mercadillos, comida en un pequeño restaurante de
esos que sólo conoce la gente del lugar, etc. Todo un lujo.
Antes de llegar a
Tokio subimos por la carretera que lleva al monte Fuji en un día de lluvia
intensa en esta zona. Una preciosa subida por entre tupidos bosques que las
Impalas tenían que afrontar en tercera y hasta segunda.
Atravesamos Tokio de
suroeste a noreste por las larguísimas, congestionadas e innumerables express
way que tiene esta mega urbe, para seguir hasta Twin Ring Motegi, primero por
autopista y desde Mito por una preciosa carretera de montaña cruzando pequeños
y acogedores pueblos.
Honda Collection Hall
El 22 de agosto como
punto y final al viaje, fuimos recibidos por los responsables del Honda
Collection Hall, visitamos el museo y dejamos las motos en su almacén. Después
tomamos un avión de regreso a Barcelona a la espera del GP de Japón, a donde
esperamos poder volver en el mes de octubre.
Y se cumplió un
sueño, una ilusión, una aventura, un viaje memorable, una extraordinaria
experiencia, una locura de unos chalados con sus viejos cacharros, una
heroicidad más de las míticas Impalas y todo esto ha sido posible gracias a
nuestras familias, a mucha gente que nos ha apoyado y a todos los que nos
habéis seguido esta historia.
¡VIVA IMPALA!